Evidentemente, es posible que tu interlocutor no reaccione con toda la correccin que t deseas. Con todo, s indulgente y mantn tu postura. Di claramente qu quieres. Por ejemplo: Tu comentario me ha afectado. Me gustara saber por qu me has dicho algo as. Es muy probable que tu interlocutor te diga entonces qu se esconde detrs de sus indirectas. A lo mejor est enfadado por algo. Dale tiempo a decirte dnde le aprieta el zapato.
Me gustara sealarte otra cosa: algunas personas no estn acostum bradas a hablar abierta y neutralmente sobre lo que les molesta o les hace enfadar.
En vez de una crtica constructiva, de esas personas slo recibirs reproches o comentarios sarcsticos. Aun as, t sigue en tus trece y pdele que te diga qu quiere y qu le molesta. Es im portante que te lo aclare, ya que as se destensar la situacin.
Y al contrario: las crticas no expresadas y el malestar acumulado son los motivos ms frecuentes de los ataques verbales.
Quienes lan zan indirectas estn diciendo: Estoy enfadado contigo. La rplica desintoxicante es una invitacin pacfica por tu parte para aclarar el asunto. Es un ofrecimiento. Nada ms.
Al fin y al cabo, no puedes obligar a nadie a aceptar tus ofrecimientos. Si tu interlocutor sigue sin moverse del terreno de las imperti nencias, sabrs cmo estn realmente las cosas. Por el momento no podrs tener una conversacin razonable con l. Y luego, qu? Bueno, si se da el caso, sera una buena ocasin para poner en prctica las dems estrategias de este libro.
Al fin y al cabo, dispones de mucho terreno para entrenarte. La rplica desintoxicante apuesta por la comunicacin en vez de por la confrontacin. Asimismo, es una declaracin de independen cia. No reaccionas maquinalmente como un autmata con su tpico programa de defensa o de ataque. No, t demuestras que eres libre. Tan libre que ofreces a tu interlocutor la posibilidad de hablar, aun que quizs tendras motivos ms que suficientes para estar subin dote por las paredes.
Por tu parte, no hay pelea. Eso es superioridad real. Todo lo que somos es resultado de nuestra mente, se fundamenta, en nuestra mente y surge de nuestra mente. Con nuestra mente construimos el mundo. I lay personas que se ofenden enseguida. Una palabra poco precisa o un pequeo desliz verbal bastan para que se sientan molestas.
Te ense nar a ser ms resistente en el futuro. Porque un comentario chocan te no tiene por qu herirte obligatoriamente. Permteme empezar con lo que me gusta comenzar: con ms consciencia.
Examinemos detalladamente el proceso que nos lleva a sentirnos heridos. Qu es realmente un ataque verbal?
En qu consiste una im pertinencia o un comentario tonto? En principio, slo son palabras. Palabras pronunciadas que, en el fondo, no son ms que sonidos. I bnos. Apenas dichas, se desvanecen en el aire. Las palabras son ef meras, muy efmeras. El viento se las lleva.
Nuestra mente convierte los sonidos que salen de la boca de otra persona en un enunciado con sentido. Todas nuestras percepciones son interpretadas y juzgadas por nuestro pensamiento.
Omos, ole mos, tocamos o vemos algo, pero es nuestra razn la que nos explica c]u significa ese algo para nosotros. Si es interesante, si es bueno o malo, si es agradable o deprimente. El mundo exterior es neutral. Nuestra mente es la que dice qu. Todo lo que percibimos, lo filtramos a travs de la razn. Y sta juzga siempre remitindose a viejas experiencias. Seguro que esto te suena: cuando te peleas con alguien, tiendes a juzgar negativamente todo lo que dice tu interlocutor.
Mides todas y cada una de sus palabras. Aunque slo te diga Hola! Es que no merezco que me d los buenos das?. Las experiencias anteriores, tanto negativas como po sitivas, fluyen constantemente en nuestro pensamiento.
Omos un comentario y nuestra mente interpreta al instante cmo debemos entenderlo. Ocurre tan deprisa que apenas nos da mos cuenta. El verdadero problema es nuestra conviccin. Creemos lo que nos dice nuestra mente. Actuamos como si realmente lo que pensamos fuera un hecho.
Si pensamos que ha sido una burla, para nosotros ser una burla. Y punto. Precisamente esa fe ciega en nues tros pensamientos nos acarrea complicaciones. Tengo un compaero de trabajo, mayor que yo, que slo quiere humillarme me coment un joven. Cmo lo sabes? Dice que me falta experiencia y que an tengo mucho que aprender en el trabajo.
Y lo dice para humillarme. Lo que ese joven tena en mente eran las palabras reales y la in terpretacin de esas palabras. En realidad, las palabras de su compa ero eran inofensivas. Quizs incluso acertadas. Desde su punto de vista de veterano, al joven seguramente le faltaba experiencia y an poda aprender muchas cosas. En principio, no estaba claro con qu intencin las haba pronunciado. Lo que haba molestado al joven era la interpretacin de esas palabras.
Las haba interpretado como una agresin. Su mente le haba explicado que aquello era un inten to de denigrarlo. Y l lo haba credo. Sus sentimientos haban hecho Estaba clarsimo: l se senta ofendido, por lo tanto, lo que pensaba era cierto. Desgraciadamente, a menudo usamos nuestros sentimientos co mo evidencia para justificar lo que pensamos. La lgica sera ms o me nos la siguiente: siento que me han herido, por lo tanto, tiene que haber sido una ofensa o un insulto. Si no lo fuera, no me sentira as.
N uestros sentimientos se crean muy a menudo en nuestra mente. Si pensamos Eso era un insulto, nos sentiremos insultados. Si pen samos Slo ha sido un exceso verbal, no nos sentiremos tan mal. Si pensamos, en cambio, Menudo comentario genial! Lo aprove char para mi nuevo libro, estaremos muy contentos. Puede que incluso le pidamos ms comentarios a nuestro interlocutor para po der anotarlos.
La sensacin de que nos han herido no la crean las palabras de nuestro interlocutor. La crea nuestra manera de interpretar sus pala bras. Es nuestra propia mente la que convierte un comentario en una ofensa. Seamos prcticos.
Supongamos que acudes a un congreso y te encuentras por sorpresa a un antiguo compaero de trabajo. Ese compaero te reconoce y te saluda: T otra vez!
Se te ve en todas partes. Rpidamente te pasan por la cabeza un par de ideas que te indi can qu clase de comentario era se.
Bueno, qu piensas? Qu clase de comentario era? Lo que te venga ahora a la cabeza decidir cmo te sentirs y cmo reaccionars. Expresado drsticamente, tu mente te catapulta hacia el cielo o hacia el infierno. Supongamos que tu mente te cuenta que ha sido un comentario poco amable. Si lo crees, te pondrs de mal humor.
Y seguramente reaccionars un poco irritado: Bueno, tampoco es una gran alegra verte a ti. Entonces, tu antiguo compaero tambin reaccionar hurao. Tambin interpretar negativamente tu respuesta. Quizs menear la cabeza y exclamar con sarcasmo: Vaya suerte tengo hoy! Y se ir. Tu siguiente pensamiento te dir que t tenas razn.
Lo que tu compaero coment era desagradable y ahora tienes la prue ba de ello. Ese compaero es un maleducado. As es como una sim ple idea se convierte en un hecho aparentemente irreftable. S, nos encanta tener razn en nuestras interpretaciones, aunque nos acabemos sintiendo fatal con ellas. Es muy til ser consciente del proceso que sigue una ofensa. Todo ocurre muy deprisa, pero siguiendo un orden que viene a ser el siguiente: Oyes un comentario, por ejemplo: Vaya, se te ve en todas partes.
Por tu cabeza pasa enseguida la idea de que ese comentario no era amable, por ejemplo: Qu maleducado es o No le caigo bien. Te crees esa idea negativa. A causa de esa idea sientes que te han ofendido o incluso des preciado. Reaccionas con recelo o enfado. Por suerte, tienes la po sibilidad de cambiar ese proceso. Por s solo, un comentario no te afecta en nada. Es tu mente la que lo convierte en una ofensa.
Si eres consciente de ese proceso, podrs intervenir. Para ello tienes que empezar a no creer en tus pensamientos a pies juntillas. Porque son sobre todo tus interpretaciones negativas l a s que te ofenden. Pero no tienes ninguna obligacin de aceptarlas. Un buen ejercicio consiste en no hacer caso a tus pensamientos. S consciente de lo que piensas sobre las palabras de los dems.
Si tu mente te enva a la rbita del sentimiento de ofensa e indig nacin, contente. Frena ese torrente de pensamientos y recuerda: puedes elegir cmo entender una observacin. Tienes numerosas in terpretaciones a tu disposicin.
Pasemos a la esfera de la prctica. Tu compaero te dice: Vaya, se te ve en todas partes. T has decidido que pasars un buen da y por eso no vas a permitir que ese comentario te hunda. Te decides por una interpretacin inofensiva. El saludo de tu compaero probablemente slo ha sido una toma de contacto torpe.
Podras pensar: Hay gente i ue no da con las palabras adecuadas cuando se encuentra con al guien inesperadamente. No es cuestin de tomrselo a mal. Si interpretas as las palabras de tu antiguo compaero, no te sentirs ofendido.
Podrs reaccionar tranquilamente, por ejemplo, contestando: Hola! Yo tambin me alegro de verte. Evidentemente, tambin tienes otra posibilidad. Te tomas al pie de la letra lo que te ha dicho sta es una de mis interpretacio nes favoritas.
Te ha dicho que se te ve en todas partes. Si te lo to mas al pie de la letra, no saldrs de tu asombro. Se te ve en todas partes? Eso sera un milagro, porque no puedes estar en todas par les.
O s puedes? Hay carteles con tu imagen colgados en las pare des de las casas de todo el mundo? Tienes clnicos rondando por todos lados? Con esta interpretacin se pueden hilvanar algunas respuestas ti vertidas. Y tendras motivos para sonrer. Interpretando humors ticamente un comentario chocante, generars buen humor. Por desgracia, t no puedes decidir qu te dicen los dems. Pero s puedes decidir cmo interpretar las palabras de los dems. Nadie pue de obligarte a comprender que un comentario chocante es una ofen sa.
Tambin puedes interpretarlo como un chiste o como un patina zo verbal. Eres libre de sacar el mejor partido de un comentario tendencio so. Empieza no creyendo automticamente lo que te cuentan tus pensamientos negativos. S un poco ms tenaz. Elige conscientemente el modo de ver las cosas que te brinde ms alegra o, al menos, ms tranquilidad. Y con virtelo en costumbre. Este libro te ayudar. Te llevar a pensar de manera diferente.
Porque se trata de que atajes los ataques verbales con serenidad y buen humor. En las pginas siguientes te ofrezco algunas interpretaciones divertidas para quitarle hierro al asunto. Una ltima pregunta: Qu quera decir realmente con su co mentario el antiguo compaero? Qu insinuaba? No lo sabemos. No podemos entrar en su mente para averiguar qu intenciones y deseos lo movan. Si quieres saber qu insinuaba con su comentario, pregntaselo.
Plantale una rplica desintoxican te: Qu quieres decir con eso de que se me ve en todas partes?. Pero, con el corazn en la mano, realmente quieres saberlo? Que quede entre nosotros: es ms divertido imaginar una inter pretacin y luego contestar con humor. Si te divierte, la interpreta cin es adecuada.
Y lo es para ti. Es sabio aquel que ve el silencio. Es Buda aquel que se convierte en el silencio. Chao-Hsiu Chen. Es realmente necesario entrar al trapo? Eres libre de no responder. No tienes por qu decir nada. Ninguna ley te obliga a involucrarte en la chchara de nadie. La comunicacin siempre es voluntaria. Y no contestar puede ser la me jor reaccin a un comentario chocante. Alguien en la calle, en una tienda o en el tren se muestra de repente desagradable contigo.
Con esa persona no compartes mesa ni cama, ni tampoco oficina. No tenis ninguna relacin que desees mejorar o salvar. Por qu vas a enfrentarte a su salida de tono? No sera una manera de malgastar tu tiempo y tu inteligencia? Un ejemplo que observ no hace mucho, un da que llegu de masiado pronto a la estacin. M i tren no sala hasta al cabo de veinte minutos. Aprovech el tiempo para pasear por el vestbulo, donde me llam la atencin un gran charco blanco que se haba formado en el centro.
Al lado del charco haba un encargado de la limpieza, veslido con el mono de trabajo y rascndose la cabeza. Seguramente estaba pensando cmo poda limpiarlo. Entonces ocurri. Un pasajero despistado pas mirando el panel de los horarios y pis la sustancia blanca y viscosa. El pasajero se dio Solt un Puaj! Con ello esparci la sustancia blanca por el vestbulo. La mancha acababa de esparcirse. El encargado de la limpieza grit enfadado: Es que no tiene ojos en la cara?
Y encima lo va esparciendo por ah. El pasajero tambin levant la voz. Pero qu dice? Qu culpa tengo yo de que ah haya un char co? Deje de gritar a la gente y lmpielo. El encargado de la limpieza solt toda una retahila de frases aira das. Y el pasajero replic en el mismo estilo. El intercambio de palabras fue de esta categora: Y encima se mosquea! Usted no es quin para decirme nada! Lrguese ya, payaso!
Cierra el pico! Que cierre el pico? Cierra t la boca, idiota! Fue un concierto de bramidos que no quiero reproducir. Supon go que ya te lo imaginas. Dos personas machacndose y, realmente, por qu?
Todo empez porque uno de los dos solt un com entario agresi vo y el otro contest. As empieza siempre. Y acaba en una rabio sa batalla de ofensas. Tena que ser as? No haba otra posibi lidad? Qu hubiera ocurrido si el primer comentario desagradable hubiera quedado sin respuesta? Si el pasajero se hubiera callado? No habra pasado nada. Ni concierto de bramidos ni batalla de ofensas. Slo unos breves sonidos un poco furiosos y, luego, silen cio. Quizs el eco de un gruido.
El pasajero habra seguido su ca mino. Quizs hacia algn sitio donde pudiera limpiarse los zapatos. El encargado de la limpieza probablemente habra soltado un par de Nada de dramas.
El silencio: una estrategia defensiva totalmente infravalorada. Y, ni embargo, es increblemente sencilla. Para callar eficazmente no Icues que saberte de memoria un texto. No hace falta emitir sonidos II i hablar fuerte. No importa cmo suene tu voz. Y el tiempo de re. No puedes callar ms deprisa o ms despacio. No tienes que pensar en cmo hacerlo. Es aulomtico. Slo hay que mantener la boca cerrada.
No decir nada. No obstante, no resulta fcil callarse. A muchas personas no les Ciista. Les parece poco. Lo digo pensando en los que participan en mis cursos. A la mayora, esta estrategia no les impresiona dema siado al principio. Al fin y al cabo, se han apuntado al curso para salir de una vez de su silencio. A menudo han pasado reiterada mente por la experiencia de que alguien les haya hecho un comenla rio estpido y no se les haya ocurrido ninguna respuesta.
No di jeron nada, pero les habra gustado responder. Y quieren aprender a replicar. Quieren replicar y acabar con sus silencios. Y yo les salgo i on esta absurda estrategia que, a simple vista, no parece muy im ponente. Entonces les explico que se trata de un silencio contundente. De no decir nada a propsito y con majestuosidad.
Y que provoca una sensacin muy distinta de la que sienten cuando se quedan mudos,. La falta de palabras que conocen tan bien no era una eleccin consciente. Simplemente les ocurra. Callar intencionada y conscientemente puede producir un enor me alivio. No es obligatorio decir algo cuando alguien nos hace un lomentario chocante. Podemos elegir. Podemos decidir dejar plan tado a nuestro interlocutor con su comentario.
El silencio intencio nado y contundente encierra una decisin importante. La decisin Lo que los dems te dicen es simple chchara. Slo son palabras. Algunas de esas palabras son tiles, constructivas y tambin prove chosas. Otras son ofensivas, incluso humillantes. Ciertos comenta rios parecen una invitacin a discutir. Te ofrecen turbulencias. T no ests obligado a ocuparte de ellas.
Puedes limitarte a dejar pasar las turbulencias que los dems te ofrecen. Imagnate qu ocurrira si replicaras con tu silencio: Tu suegra cree que las cortinas nuevas son fesimas. Qu res pondes? Ella tiene una opinin. T tienes otra. No pierdas una palabra hablando de ello. Tu hijo de trece aos se queja a voces de que se ha acabado la crema de cacao y avellanas y, al parecer, no puede vivir sin ella. Levanta el tarro vaco y se pasea por la cocina gritando su disgusto.
Cmo reaccionas? De ninguna manera. Te decides por el hotel ms barato y la mujer de la agencia de viajes te dice: Vaya, qu tacao es usted!. Permane ces en silencio. Tu vecino se refiere a tu coche como esa vieja carraca. T callas. Si insistes y eres consecuente en no decir nada, apreciars uno de los efectos ms positivos del silencio: la gente se da cuenta de lo tontos y absurdos que son algunos de sus comentarios cuando los ve al natu ral.
Cuando la frase no tiene eco. Alguien te ataca verbalmente y t no dices nada? Exacto, no slo no dices nada, sino que y ahora viene lo decisivo tampoco te enfadas por no decir nada. Te alegras de no haber dicho nada. Te das No te has enzarzado en la disputa que te brindaba tu interlocutor. Sus esfuerzos por ofenderte fracasan ante la quietud de tu silencio. Eso es independencia de verdad y carcter pacfico.
Ya puedes estrecharle la mano a Gandhi. En realidad, no decir nada es muy sencillo. Lo importante es no pa recer indefenso. Por lo tanto, evita morderte las uas con nerviosis mo mientras permaneces en silencio. Y tampoco te muerdas el labio inferior. Mantn una postura corporal recta. As demostrars que no ests cohibido.
En el cuadro siguiente te indico cmo callar de manera perfecta. Te quedas en silencio, extendien do el dedo corazn haca tu inter locutor. O le haces algn otro gesto obsceno que nadie debera hacer. Te tapas la boca con la mano y murmuras entrecortadamente: Hummm Comentas en tono obstinado: No pienso decir nada. No puedes obligarme a decir nada. No dir nada. No me hace ninguna falta!. Dejas de prestar atencin a tu in terlocutor y te centras en otras co sas.
O sigues tu camino. Te limitas a percibir tus pensa mientos y tus sentimientos, sin enredarte en ellos. El silencio tiene una nica pega que tengo en consideracin. Hay quien cree que el silencio es Afirm an que no decir nada es un muermo. Que ese silencio no tiene color ni sabor. De hecho, eso es exactamente lo que me gus ta del silencio: molestamos a nuestro antagonista con una nada aburrida. A la que no puede agarrarse. Que no lo lleva a ninguna parte. Pero tambin es cierto que en el silencio no hay nada interesante que or, puesto que no se dice nada.
Con todo, no tiene por qu ser aburrido. No dices nada, pero gesticulas. Eso sera, por as decirlo, darle un toque de gracia al silencio. Sera un silencio con un poco de salsa. No obstante, tu postura corporal no tiene que impresionar a tu interlocutor. Usas la mmica para pasrtelo bien. Si alguna vez has querido probar una expresin facial inslita, en el silencio tienes la oportunidad de hacerlo.
Estrategia de autodefensa: el silencio animado Alguien te hace uno de e s o s com entarios c h o ca n te s, com o por ejem plo: Eres un mal ejem plo, y no slo para los nios. Porque los homln os y las mujeres captan las cosas de manera muy distinta cuando se li. Entre las mujeres no suele serlo. Cuando una mujer pelea con palabras, suele decir las cosas en serio. Esa difereni ia puede observarse muy pronto en el comportamiento de los crios.
Los dos adultos que los vigilan y les II. Uno sujeta a otro por la mochila. El atrapado 51 intenta pegarle una patada. Todo ocurre entre risas y gritos. Una nueva reprimenda severa por parte de los maestros. Y todas comentan algo: — Yo tengo uno igual en casa. De nuevo, una bronca por parte de los maestros. Pero lo hacen muy raramente. Por ejemplo, diciendo: «Ya no eres mi amiga.
Ahora mi mejor amiga es Jennifer». Lo hacen verbalmente. Eso me ha dolido». Kasper se queda desconcertado. Al cabo de unas semanas, viene a verme, preocupada. Yo longo que ayudarla. Yo piso el freno. Dicho con toda simpleza: una mujer no es un hombre. Y no le gusta pelearse. No obstante, hay mujeres que se desenvuelven de primera en las peleas verbales masculinas. Y saben replicar al mismo nivel.
Al menos cuando los dos bandos son conscientes de esa diferencia y la tienen en cuenta. Los problemas surgen cuando hombres y mujeres generalizan su propia manera de hablar. Si lo era, seguramente no me Mataba de un ataque.
Pero a muchos hombres les encanta pelearse de vez en cuando. Hazle un cumplido al pedante. D ices c o s a s tan interesan tes. Por favor, no cam b ies. Y los m ejores cum plidos que s e les han ocurrido a m is lectores y a m is alum nos: — H ablas de m aravilla. En primer lugar le causa sorpresa.
Las personas pedantes desean que se reconozca su superioridad. Pero pueden quedarse perplejas cuando alguien realmente lo hace. Sobre todo si le presentas un elogio cargado de tintas como: «Me das cien vueltas. Por favor, no cambies». Seamos precisos: de tu boca no ha salido ni una sola palabra ofensiva. No pueden demandarte por ello. Si no cargas demasiado las tintas, te aseguras el tanto. Deja a tu interlocutor con la duda de si hablabas en serio o no.
Nada de sonrisitas ni dedos cruzados a la espalda. Pero no antes. Es muy posible que puedas continuar conversando con ella con toda normalidad. Le escuchaban y se tomaban en serio sus consejos. Esas dudas las expresan generalmente personas que nunca han tenido una experiencia con una persona arrogante. Que no se puede premiar a una persona irrogante por serlo. Satisfaz su deseo.
Puedes ofrecer estima a tu interlocutor y a ti mismo. Explora lo bueno y lo hermoso del otro. U n in te n to p o r s a lir a d e la n te en la v id a El asunto es arriesgado, naturalmente.
Una pose que la persona adopta para salir adelante en la vida. A lo mejor esa fachada no es muy distinta de la fachada que a ti te gusta mostrar.
O tu jefe te pone un nuevo mote. En eso consiste una de las estrategias de autodefensa efectivas. Evidentemente, atiendes a lo que dice ese cliente. Hablas sobre su pedido, sobre la entrega, la forma de pago, etc. Y, de repente, ocurre. Es todo un progreso La costumbre de enredarnos en lo que el otro ha dicho. Las empresas viven de la gente que compra productos y servicios. Pero, al fin y al cabo, se trata de que haya variedad, de que puedas escoger.
Sin compromiso. Bueno, espero que a nosotros dos no nos pase. Hervidores, quiero decir. Para ello no hace falta ser severo ni criticar al interlocutor. No hay que decir: «Haga el favor de hablar como es debido».
No lo replicas directamente. Eso significa poco trabajo para ti. Habla de algo totalmente distinto. Es posible que esas desviaciones envenenadas se ajusten a tus deseos de venganza. No obstante, no lo hagas.
Y te rebajas al mismo nivel que tu interlocutor. Las desviaciones que dan resultado tienen pinta de inocentes. No refuerzas el comentario chocante de tu interlocutor.
Ponte a hablar de las fundas para los asientos del coche. Sin declararte culpable de nada. Los mismos derechos para todos. Un m om ento Ya nadie los lleva. No, las desviaciones 8o son populares y tradicionales. Observa a tu alrededor y escucha. Para Denis, eso significa ante todo: nada de dulces.
En vez de pastelillos, siempre lleva a la escuela un buen bocadillo. Dos rebanadas de pan integral con queso sin aditivos para el recreo. Y un par de zanahorias. Julia va a su misma clase y se lo come todo, incluso las cosas saludables. Le ha cambiado el bocadillo de pan integral por media chocolatina. Sabe que su madre siempre lo pilla cuando dice una mentira. Por eso, instintivamente, decide cambiar de tema. La maestra me ha felicitado. Porque lo hago muy bien. Sale corriendo y va a buscar el cuaderno.
La madre duda. No se le escapa que Denis no ha contestado a su pregunta. No suele hacerlo. Normalmente tiene que arrancarle las palabras una a una. Esta vez tiene que ser muy larga. Por suerte, se le da bien. La madre se siente orgullosa de su hijo. Parece que se lo pasa bien en clase. De momento, olvidado. Una ministra se somete a las preguntas de un periodista. Ha habido negligencias en su ministerio.
La ministra habla en un tono tranquilo y estudiado. El periodista se da cuenta enseguida de que no ha contestado a su pregunta. Y lo hace. B La ministra dijo «No». Si has marcado la respuesta C, has acertado. En esa entrevista no oiremos otra cosa en boca de la ministra. Porque la anciana no dejaba de quejarse de todo y de todos. La hija intentaba tranquilizarla. Pero las palabras apaciguadoras no funcionaban. Algo que fuera evidente para ambas. Quedan preciosas. La hija se daba cuenta de que el cambio de tema le sentaba bien a su madre, que ya no hablaba en tono de reproche, sino muy tranquila.
Siempre que la madre empezaba con una de las viejas historias quejumbrosas, la escuchaba un poco y cambiaba de tema. Pero, a veces, incluso charlaban un buen rato sobre esas cosas positivas.
Los enemigos de los gobernantes se jugaban la vida. Les estaba permitido imitar a los mandamases y hacer chistes sobre ellos sin que les cortaran la cabeza. Los bufones gozaban de la libertad de los locos. El descaro siempre sirve para hacer mofa de las normas de conducta habituales. Cornelia se fue de la sala echando chispas. Siempre siguiendo la misma pauta. Cornelia era humillada ante toda la tropa. Y siempre acababa pareciendo que Cornelia no soportaba las bromas.
El juicio colectivo de toda la familia era: «La pobre Cornelia es tan sensible». La respuesta no tiene sentido. Esta estrategia se basa en un acto reflejo de nuestro cerebro.
Queremos entender lo que nos ha dicho. Con ellas embrollas la mente de tu interlocutor y lo pones en jaque mate. Y para poder hacerlo, necesitas sobre todo una cosa: la libertad de los locos.
Era demasiado suave. Pero no tengo nada semejante en mi gama de ofertas. Porque, aunque al principio parece inofensivo, es muy eficaz. Pero ahora pareces una chacha. Pero, esta vez, estaba preparada. Todos se quedaron en silencio. Cornelia no pudo evitar que se le escapara una sonrisita. Algo tiene que ver. El mar es realmente traicionero. Quien del trabajo huye, su porvenir destruye. Cornelia, en cambio, cada vez estaba de mejor humor. Sujetamos al atacante de manera que no pueda proseguir con el ataque.
Con la ayuda de esa pregunta, quiere volver a poner su mente en orden. Bueno, la cosa se pone interesante. Dile que te lo explique. Cuando tu adversario haya acabado con sus explicaciones, tienes varias opciones. Si no tienes piedad, puedes soltarle otro. Tus sentimientos. Y yo te contesto con una absurdidad culta». Y eso sin tener que pensar demasiado, con una sonrisa impasible en los labios. Dicho lisa y llanamente, se trata de un ideal elevado.
Examinemos la realidad. Nada que pudiera derribar al impertinente. Nos bulle la cabeza. Horas valiosas de nuestra vida en las que damos vueltas a algo que ya pertenece al pasado. Horas en las que estamos de mal humor y avivamos nuestro enfado. Lo malo es que ya hemos perdido el tren. Es incierto. A lo mejor volvemos a quedarnos sin habla. Seguramente, no. Enseguida se te ocurre algo. Observa tu forma habitual de hablar en situaciones cotidianas.
Y mucho. Y tu mente se estresa. Igual que en un examen oral. Lo hacemos porque a menudo vemos que hay gente con esa capacidad. El jefe bromea con la nueva empleada. La verdad es que en la vida cotidiana estamos solos.
Nos faltan los guionistas. Nosotros improvisamos constantemente. Y luego nos enfadamos porque, al hablar, no somos tan graciosos ni tan listos como los tipos que vemos tan a menudo. La primera persona a la que no tienes que impresionar es al impertinente. Basta con darle una respuesta regular, banal. No tengas reparos en escatimarle un poco tu inteligencia. En segundo lugar, es importante que no conviertas al impertinente en miembro del jurado de un concurso. Porque esa persona no es la instancia que debe juzgar si has contestado bien o no.
En resumen: no te preocupes por lo que el impertinente piense de ti. Nadie tiene que valorarte. Todas son muy sencillas.
Todos se daban cuenta de que aquella mujer no era capaz de defenderse. Siempre se quedaba parada, tartamudeaba con timidez y se sonrojaba. No, continuaba sin estar satisfecha con su respuesta. Y se fue hacia su mesa con la cabeza bien alta y una sonrisa en la cara.
Aquello fue el principio de una nueva era. Siempre armada con su bloc de espiral. Siempre preparada para sacarlo del bolso y hojearlo. Se comportaba de otro modo. Nada de comentarios. En realidad, no depende de tu respuesta. Elige la resp u esta correcta. Haremos una visita a las circunstancias en que las personas suelen echar mano de los ataques verbales. Los encuentros acaban siempre con insultos que se lanzan delante de los hijos.
Yo lo llamo «cemento». Cemento que se ha secado en las cabezas de los implicados. Pues la lleva clara. Pues no. Se equivoca de medio a medio. Y en eso soy inamovible. El cortisol corre por la sangre. Quienes tienen cemento en la cabeza reaccionan como un robot programado.
Las dos familias son bastante parecidas. Los apellidos de las familias son inventados; en el reportaje no dieron los nombres reales. Para afrontar con serenidad un «no» necesitas dos cosas: en primer lugar, una actitud relajada hacia el «no». Aunque se reciba un «no» por respuesta. Un «no» puede significar: prueba con otra cosa. Cuando tu interlocutor dice «no», esa negativa se aplica a tu deseo.
No accede a lo que le pides, pero no te rechaza a ti como persona. Pero eso no es tan terrible ni supone una metedura de pata. Y enseguida me dijo que no. Muchas veces, las negativas no tienen un fundamento concreto, sino que son generales.
De este modo, el asunto se pone en marcha. Y a lo mejor puedes conseguir algo. Pide consejos y soluciones a tu interlocutor Tu interlocutor dice que no.
Intenta acercarte a esos conocimientos. O pasando a otro deseo. Supongamos que has conseguido que te rebajaran el abrigo, pero no te hacen descuento en unos pantalones. Ofrece pagar los pantalones al precio marcado si te regalan una bufanda.
Mucho pedir y mucho preguntar. De eso se trata. Te has dejado engatusar y has aceptado. De tu boca salen con demasiada facilidad las palabras «de acuerdo, ya lo hago yo» o «vale, ahora voy».
Acto seguido, te enfadas, sobre todo contigo mismo. O que he permitido que alguien se entrometa en mis asuntos. Aprendemos y evolucionamos durante toda la vida. Da igual si compartimos piso por primera vez, si tenemos un hijo, cambiamos de trabajo o creamos nuestra propia empresa. Esos temas nos preocupan a los quince y nos siguen preocupando a los cincuenta, a los sesenta, etc. La tarea de autoafirmarse no acaba nunca.
Es un proceso que dura toda la vida. Y que seas consecuente a la hora de defenderlo. Con la estrategia de la negativa amable, Consecuencias claras.
Sin una negativa firme, nos sentiremos como peleles. Atrapados entre expectativas y obligaciones. No te haces rogar, sino que pones manos a la obra. Tiras del carro o enderezas las cosas antes de que se produzca un desastre. Todos los que no se aclaran con algo recurren a ti. O hablan hasta por los codos sin darse cuenta de que no te apetece seguir escuchando.
Vuelven a regalarte tulipanes, aunque a ti no te gusten. Pocas veces dices «no». No, no basta con entornar los ojos y lamentarse. Ciertas personas se mueren de ganas de darte consejos o de advertirte de lo que sea. Suelen ser personas de confianza que se entrometen en tu vida. Y todos los que tengan ganas de criticarte por algo pueden hacerlo con total desenvoltura.
Te haces responsable de su bienestar. O de que arreglen su vida. O de que al menos acaben los estudios. No te espantes si averiguas que te identificas con casi todos. Y pronuncia un «no» consecuente frente a todo lo que te perjudique, te hiera o te exija demasiado. Lo importante es no andarse con rodeos al hacerlo ni utilizar demasiadas palabras. Manifiesta tu negativa con seguridad, como si le dijeras la hora o la fecha a tu interlocutor.
Decir «no» Adopta tu postura regia y ponte la coraza. Cuando pronuncies la frase negativa decisiva, mira directamente a tu interlocutor. Pero evita justificarte por ello. Piensa lo siguiente: puedes mantener tu negativa aunque tu interlocutor no comprenda los motivos. Vuelve a decir «no», si es necesario, con el mismo razonamiento breve.
No te enojes; sigue hablando en un tono decidido. Un «no» al que espero que tengas que recurrir pocas veces en la vida. No toleres humillaciones ni ofensas. Di «no» inmediatamente y con dureza. Y hay que hacerlo de un modo consecuente, aplicando toda nuestra autoridad. Desprecio porque se lo permites. Y eso es peligroso. Las humillaciones nunca son graciosas ni un signo de sentido del humor. No es divertido que te traten a ti o a quien sea sin respeto.
Por lo tanto, no hagas comentarios ofensivos, no lances dardos envenenados. No respondas a una ofensa con otra ofensa. Pero no grites.
Aumenta la distancia entre ambos. Retrocede dos pasos. Por ejemplo: «No siga. Esto es una ofensa. No se lo consiento. O vete. Si a ti te ocurre lo mismo, puedes empezar practicando esta estrategia a solas en casa. Que hay cosas que te molestan o te ponen nervioso. Reconoce que hay cosas que te molestan. Nos cuesta mucho decir «no». En vez de defendernos, nos callamos y no nos damos por aludidos. La amiga de turno vuelve a criticar nuestro nuevo peinado.
Y para preservar el buen ambiente nos ofrecemos enseguida a calentar en el horno una pizza congelada. Y, en vez de decirle que sus comentarios nos hieren, cogemos otro trozo de tarta y nos la tragamos. Puede que incluso sonriamos. No pasa nada y todos nos queremos mucho. Al contrario: somos muy sensibles.
Retenemos todas las contrariedades, molestias y extralimitaciones. Todo lo que nos pone nerviosos y nos mortifica, se nos queda dentro. Lo almacenamos. Lo amontonamos en nuestro interior. Una gota colma el vaso. Lo que nos ha hecho estallar es el «no» que nos hemos ido tragando.
Para decir «no» con claridad no hace falta que dejes de ser amable. Se pueden combinar ambas cosas. Un «no» reprimido puede transformarse en ira. El resultado es rabia. Admite que hay cosas que no te parecen bien o te molestan. Habla en tono tranquilo y neutral. Recuerda: pocas frases y palabras claras. No tiene gracia. Si tu interlocutor no te toma en serio, repite tu «no» con voz tranquila las veces que haga falta.
Esta estrategia de decir «no» con amabilidad pretende que el otro, en principio, se ponga de acuerdo contigo. De este modo, el asunto no adquiere dramatismo. Y aceptaba el trabajo o me obligaba a cumplir un plazo.
Donde falta, la insensibilidad y la crueldad se extienden de forma lenta, pero segura. Si no puedes, no pasa nada. Habla utilizando frases simples y claras. Pero, por desgracia, en este momento no puedo ayudarle. No me queda ni un hueco en la agenda. Lo comprendo. Pero no estoy de acuerdo en hacer la reforma. Y el interlocutor puede asimilar mejor una negativa de ese estilo que un desaire tajante. Una pausa para pensar. Medita el tiempo que haga falta. Es decir, si intenta convencerte con prisas y cierta brusquedad.
Tu mejor amigo se planta de repente en tu puerta y necesita urgentemente mucho dinero. O tu hermana te adjudica con toda naturalidad el discurso del aniversario de boda de tus padres. Corres el grave peligro de que te atosiguen. No permitas que nadie te apremie. Pero puedo proponerle otra cosa, y es que Pueden desplazarse porque evolucionamos. En ellas vemos a dos enamorados que se funden para siempre en un abrazo. Nunca aparece un «no» entre esos enamorados. Maravillosamente conmovedor, pero totalmente irreal.
Tan irreal como los dinosaurios paseando por Nueva York o Superman salvando al mundo con sus superpoderes. La verdad sobre las buenas relaciones no es como la presentan en Hollywood. La vida que ellos viven es asunto suyo. A ti, en principio, no te importa. Las personas que tienen demasiados compromisos en su agenda y una lista demasiado larga de tareas pendiente tienen un problema con el «no». No obstante, si te gusta escarbar en otros jardines, llama antes de entrar y pregunta si desean tu ayuda.
Nada que indique que hay que llamar y pedir permiso para entrar. No hay puertas que se puedan cerrar. No en vano se dice que gestionar bien nuestra agenda consiste sobre todo en saber decir «no». Pero me da miedo que un «no» me acarree inconvenientes, por ejemplo, si me niego a hacer horas extras.
Yo no puedo valorar si puedes permitirte o no una negativa en tu trabajo. Y eso hay que incluirlo en los costes. Puede que sea vengativo y ponga trabas a tu carrera profesional. En ella se inscriben el tono de tu voz, las palabras que escoges y tu lenguaje corporal. Se trata de los pensamientos y los sentimientos de tu interlocutor. Esas normas, valores y directrices han arraigado en nuestro cerebro. Y es normal. Pero ahora viene el siguiente paso. Se trata de redistribuir las tareas y los trabajos.
Deja de ser el responsable permanente y gestiona un nuevo acuerdo. Llegar a un nuevo acuerdo puede resultar muy sencillo. Se puede llegar a esos acuerdos deprisa y sin demasiado esfuerzo. Sin buena voluntad por parte de todos, los acuerdos no funcionan. Se trata de la historia de Sandra. Pero, en el caso de los chicos, la cosa estaba muy negra. Es mejor distribuir las tareas que quejarse de la carga.
Pero no pasaba nada. A veces daba asco. Los cuatro eran estudiantes, el piso era grande y estaba cerca de la universidad. Pero, por desgracia, hay situaciones en las que a las palabras se las lleva el viento. Las palabras no han surtido efecto.
Un plan de limpieza que pudiera colgarse en la pared. Las llamadas al orden y las amonestaciones a menudo no sirven de nada. Un plan claro es mejor que muchas palabras. A veces hace falta completar el plan con reglas adicionales que hagan perder ventaja a los pillos y a los caraduras. Los tres se alarmaron ante aquel anuncio. Los tres coincidieron en que se tomaba el tema de la limpieza demasiado a pecho. Nos las repartiremos. Las tareas se distribuyeron por turnos y, al final, colgaron el programa de limpieza en la cocina.
Aquello era demasiado estricto. Eso es justo. Y si ninguno de nosotros tiene tiempo, con el dinero contratamos a alguien. Todos se quedaron sin habla por un momento. No obstante, todos acabaron aceptando. Y siguieron el plan. Al menos casi siempre. Porque surgieron nuevos problemas. Entretanto, Sandra tuvo que luchar contra su tendencia natural. Aprende a mirar tranquilamente en vez de cargar con todo. En vez de seguir cargando con todo, distribuye las tareas.
Pero no intentes imponer tu plan con presiones. Todos preferimos los acuerdos que hemos elaborado juntos. Al principio, es muy probable que los afectados incluso se resistan y pretendan que todo vuelva a ser como antes. Pero no permitas que ese mal ambiente te debilite. Y punto. No te apartes de lo acordado. Otra cosa es actuar consecuentemente. La siguiente estrategia se centra en ello. Y siempre tiene una buena excusa a punto. A veces, tus palabras no llegan.
Es como si tu interlocutor no se enterara de nada. A tus palabras se las lleva el viento. No, no lo hagas. Hay una estrategia que se encarga de que tus palabras lleguen realmente. A base de insistencia. El simple hecho de que digas algo no significa que tus palabras lleguen realmente a tu interlocutor. Es imposible saber con certeza si tu interlocutor entiende realmente lo que le dices. El hecho de decir algo no significa que las palabras lleguen a tu interlocutor. Y que no puede olvidarse de comprar flores para la anfitriona.
Entretanto, las palabras siguen saliendo de tu boca. Y seguramente lo has hecho muy bien. Digas lo que digas, disponte a repetirlo con insistencia. Sin levantar la voz ni enfadarte. Tranquila y relajadamente. No, el anuncio se repite continuamente. Lo ves en casi todos los canales y casi a todas horas.
Los publicistas saben que, para que un mensaje llegue, hay que repetirlo constantemente. Una y otra vez. Defiende lo que quieres y hazlo tenazmente. Todos los alumnos eran hombres. Tiene las aptitudes necesarias y ella misma ha solicitado el puesto. Le dije a la cara que no era apta para aquel puesto. Se fue. No creo que sea la persona adecuada. Pedirme cuentas, agarrarme por el cuello y no aflojar —dijo, sacudiendo la cabeza—. Se da por vencida y se marcha.
Los empleados de esa sucursal son huesos duros de roer. No dejan pasar ni una. Y los clientes, sobre todo los grandes, son unos cabezotas. El puesto tiene que ocuparlo una persona firme. Alguien que se mantenga imperturbable aunque soplen malos vientos. No te des por vencido enseguida si te dicen «no».
El hombre hizo un gesto negativo. A alguien firme. Hazme un favor: olvida esa frase. Sobre todo si pretendes jugar en el mundo de los negocios, predominantemente masculino. Entonces toca insistir con tenacidad, negociar con perseverancia y no aflojar. Por otro lado, es muy probable que, en ese mundo de los negocios predominantemente masculino, tu «no» tampoco sea aceptado a la primera.
Tu jefe no tiene tiempo para hablar contigo. De acuerdo. Pero pueden ser tercos. En este libro te presento estrategias verbales desarrolladas. Y el de la abuela es blanco. Para ser obstinado no necesitas argumentos. Y Nicki quiere venir conmigo —dijo Alice con voz llorosa. Ya te he dicho que lo dejes donde estaba. Su voz ya no sonaba tan decidida como al principio.
Un suspiro de la madre. Ni siquiera para Navidad. La tenacidad gana. A medida que nos hacemos mayores, a muchos se nos atrofia esa capacidad. Sin enfadarse y sin atacar al interlocutor.
Por ejemplo, cuando reclamas o quieres que te cambien algo en un comercio. O cuando pides un trato de favor por ejemplo, un descuento, una rebaja, etc. O cuando pides a tus hijos que te ayuden en casa. Reflexiona sobre los motivos de tus demandas. Uno o dos motivos son suficientes. Expresa tu deseo con claridad Adopta tu postura regia y ponte la coraza. Repite brevemente, en una frase, lo que ha dicho tu interlocutor. Si se te acaban los argumentos, no te preocupes.
Empieza de nuevo con el primero. Hasta entonces, su superior siempre se lo ha quitado de encima cuando se lo ha pedido. Vuelve a ser por el curso de asesoramiento a los clientes.
Si no recuerdo mal, le dije que no. Jefe: Lo siento, pero ahora no tengo tiempo. Espero la visita de dos clientes importantes. El curso es en julio. Ya he entendido lo que quiere. Empleado: Usted cree que esos cursillos no sirven para nada A. Jefe interrumpiendo Ahora se economiza. Pero no se cree falsas esperanzas. Empleado: De acuerdo. Se ha movido una ficha. En la entrevista, el empleado no acepta ni un solo argumento del jefe.
Evidentemente, el jefe se da cuenta de que el empleado se repite constantemente. Pero esas repeticiones acaban siendo efectivas. El empleado no permite que se lo quiten de encima a la primera negativa, ni a la segunda ni a la tercera. Me interesa mucho este asunto».
Simplemente, eres obstinado.
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